El siguiente es el relato de algunos de los elementos del 7° Batallón de Fuerzas Especiales que sobrevivieron al enfrentamiento de aquel día cerca de San Fernando, cuando, ya sin parque y rodeados por tiradores que los superaban ampliamente en número y recursos, esperaban un milagro o una muerte trágica cumpliendo la misión, en lo que parecía una jornada de rutina.
La misión era relativamente sencilla; elementos del 7° Batallón de Fuerzas Especiales debían trasladarse a Reynosa, Tamaulipas, acompañando a un grupo de Infantería de Marina que también iba al mismo sitio. Luego, por órdenes de su comandante, deberían escoltar a una pipa de gasolina que acababa de ser decomisada a la delincuencia organizada, pasar la noche y regresar al cuartel para salir francos y ver a sus familias.
La orden era hacer el traslado desde Monterrey, Nuevo León, hacia Reynosa, Tamaulipas, acompañados por personal de la Marina que también iba al mismo lugar. Además, darían apoyo a compañeros del 106 Batallón de Infantería que estaban acantonados en San Fernando, en espera de refuerzos.
En el grupo de militares de Fuerzas Especiales iba el cabo de sanidad José Ángel Rosas. En todos los traslados que el batallón había apoyado, el cabo estaba con ellos, en las mismas unidades, pero ese día prefirió meterse al Sandcat y sentarse junto al conductor de ida y vuelta.
El convoy cumplió la misión como se había planeado. Salieron todos hacia San Fernando -soldados y marinos-. La columna estaba integrada por dos camionetas de la Marina, una Cheyenne de las Fuerzas Especiales, la pipa de gasolina (de doble remolque), otras dos Cheyennes y el Sandcat asignado del 7° Batallón que operaba en Monterrey.
Cerca de la una de la tarde los marinos que iban en la vanguardia vieron una columna de veinte camionetas de sicarios sobre la misma carretera. Por las frecuencias de radio que tenían intervenidas confirmaron que venían a toparlos.
Los marinos avisaron a la retaguardia y la columna, disminuida en efectivos y con menos abastecimiento, se preparó para lo peor. Y lo peor, ocurrió.
“En el 7/o. Batallón de Fuerzas Especiales era un día como cualquier otro, día de trabajo y adiestramiento, estaba en la fuerza de reacción…salimos a las 12:30 aproximadamente de Reynosa, los mismos elementos que llegamos de Monterrey dos camionetas de la Marina y una de Fuerzas Especiales, llegamos a san Fernando sin ningún acontecimiento interesante, cuando arribamos al 106 Batallón de Infantería, nos reunió el Coronel Comandante del Batallón, para comunicarnos que escoltaríamos a personal de su unidad a Reynosa a dejar una pipa de doble remolque cargada de gasolina, que se le había decomisado dos días antes, a miembros del Cartel Del Golfo, era una misión que se veía muy fácil, antes de salir le escribí a mi novia, diciendo que ya me iba a ocupar que mañana que desmontara la veía”.
EL ENFRENTAMIENTO
“En determinado momento, el tirador de la primera camioneta de los marinos, vio un convoy de aproximadamente 20 camionetas, con personal armado que se aproximaba en sentido contrario a escasos 200 metros. Los marinos comenzaron a hacernos señas y pudimos ver como ellos cargaban sus armas cortando cartucho y preparándose para un combate frontal, todo en fracción de segundos se volvió un caos. El de transmisiones que iba con nosotros daba parte a Reynosa del problema y así mismo le informaba a las camionetas de atrás. El convoy se detuvo, los sicarios se agruparon al frente y se abrieron posicionando sus vehículos en media luna rodeándonos, y comenzaron a disparar sus armas en ráfagas.
Salté abajo de la camioneta en que iba y corrí a ponerme a cubierta atrás de las camionetas de los marinos que estaban justo enfrente de la nuestra, tratando de estar más cerca para poder repeler más efectivamente la agresión. Todos nos desplegamos en la carretera y en el monte. Sólo veíamos y sentíamos como se movían las camionetas con los impactos que recibían. Para esto, el chofer del Sandcat que iba hasta atrás salió del convoy al momento que comenzó la acción y a toda velocidad fue a ponerse como escudo al frente de las camionetas de la Marina, quedando atravesado entre las camionetas y el convoy, protegiendo a los marinos para que pudieran reaccionar, siendo el vehículo que recibió la mayoría de los impactos. Sólo nos quedaba esperar esa fracción de segundos en la que los delincuentes recargaban sus armas, nosotros les tirábamos con todo, la Browning cal. 50 y con la MK-19, les tirábamos y pudimos ver caer a varios, pero los demás los subían a sus camionetas, podíamos sentir la adrenalina al máximo, olíamos la pólvora quemada en el aire y ese inconfundible olor de la sangre, podíamos sentir la muerte caminando entre nosotros.
Revisando mis municiones, me di cuenta de que me quedaban 3 cargadores, y nadie sabía cuánto iba a durar esto, por mi mente pasaba el pensamiento si sobreviviría un día más, hubo momentos que sentí que no me libraría de esta, la vida se nos pasaba entre los ojos recordando a nuestras familias y al mismo tiempo luchando de una forma salvaje y feroz con ese instinto de conservación humano y pidiendo a Dios la oportunidad de volver a ver a nuestras familias.
Por el radio de Transmisiones, se podía oír la frecuencia de los sicarios, que pedían apoyo, también clara y concisa se escuchó la negación del apoyo diciéndoles “les dije que no se metieran con ellos ahora se chingan y arréglenselas como puedan, a ver si es que la libran.
Los que iban en el Sandcat salieron del vehículo al lado donde estábamos nosotros dejando el vehículo con las puertas abiertas, pude distinguir un cuerpo al lado del copiloto postrado sobre su frente pero no podíamos acercarnos a sacarlo por lo fuerte de las ráfagas, veía a mis compañeros, al rededor tratando de mantenerse con vida y repeliendo el ataque, algunos heridos, de pronto alguien grito ¡sanidad! fue cuando recordé que el que estaba dentro del vehículo desangrándose era uno de mis antigüedades, de ya hacia algunos años él fue mi sombra cuando cause alta en el Ejército pero tomamos caminos diferentes, ese día se había subido al lado del copiloto en el Sandcat.
El vehículo SANDCAT blindado, resistió como fiero gigante absorbiendo los impactos en el blindaje, sirviendo de escudo de metal a los que nos protegíamos atrás de él, pero en el talón de Aquiles el cual no puedo mencionar por seguridad, una bala se introdujo en un giro abrupto del destino rebotando e hiriendo de muerte a aquel hombre que se dedicaba a cuidar la salud de los militares y sus familias.
Unos quince minutos transcurrieron que fueron una eternidad, cuando el apoyo de nosotros llegó, era personal del 106 Batallón de Infantería que tenían un puesto de Control llamado la “coma”, los sicarios al ver que había llegado el apoyo se dispersaron en los vehículos útiles, yo me subí a una de las camionetas de la Marina y comenzamos la persecución, éramos más o menos diez camionetas Cheyenne y tres Sandcat de los que habían llegado de apoyo, en el área de impacto se quedaron más o menos cincuenta elementos custodiando la pipa, los restos de vehículos y el Sandcat que albergaba el cuerpo de mi antigüedad que no podía ser removido hasta que llegaran los peritos.
A su paso los maleantes iban dejando camiones atravesados en llamas, algunos se metían a las brechas en el camino y otros se metieron a un poblado próximo y nosotros también nos dividimos, unos siguieron a aquellos y otros seguimos a los demás, de vez en vez nos disparaban pero nosotros no podíamos repeler porque había civiles, aun así los seguimos cazando hasta que en determinado momento nos topamos de frente, era una camioneta y dos carros, les hicimos disparos y ellos bajaron y tiraron sus armas, ahí terminó una de esas acciones de lucha armada contra el narcotráfico y crimen organizado. Más tarde llegó personal de 8/o R.C.M. a reforzar el área, nosotros ya no llegamos a la zona de impacto, después del enfrentamiento llegó el comandante de la zona y nos ordenó concentrarnos al Campo Militar, al día siguiente en el parte de novedades habían una baja y tres heridos, los heridos un elemento de fuerzas especiales y dos marinos, la baja el cabo de sanidad del 106 de Infantería, fueron más de 25 sicarios abatidos en la carretera y otros más en otros enfrentamientos en ese mismo día durante la persecución.
Antigüedad, donde quiera que estés aún te recordamos, fuiste un gran amigo y buen padre de tus hijos; te recordamos con respeto José Ángel Rosas cabo de sanidad.
Esto se lo regalo a los que puedan leerlo, para que se den cuenta que hay cosas que no ven que pasan en la vida de los Militares y que se quedan en nuestros recuerdos guardados haciéndose viejos juntos con nuestros uniformes y nuestras botas, para los que sólo se dedican a criticar a los Militares sin ver que nosotros somos humanos que tenemos sentimientos y que dejamos lágrimas y sangre en el camino que recorremos tratando de servir a nuestro pueblo, somos héroes anónimos porque no hay quien quiera contar o creer nuestra historia mejor nos la callamos y sin pedir nada a cambio, el salario no vale la vida y todos lo sabemos, aun así daríamos nuestra vida por defender la tuya, sabiendo que de ti solo esperamos críticas e insultos”.