Recientes:

El ZETA-40 Planeaba su FUGA con ayuda de Carteles Unidos; Enemigos del CJNG


Miguel Ángel Treviño Morales, el sanguinario Z-40 que durante años sembró el terror y la violencia en amplias regiones de México, llegó el año pasado al penal de Buenavista Tomatlán, en Michoacán, tras el cierre del controvertido penal de Puente Grande, Jalisco. 

A Treviño le tomó poco tiempo establecer, mediante el miedo y la corrupción, una red que le permitió habitar en una zona de privilegio, tener acceso, entre otras cosas, a las noticias del día, y ordenar el desayuno que se le apetecía. 

Treviño comenzó a hacer regalos entre reclusos y custodios. 

Aparentemente por estos motivos, a fines de julio se tomó la decisión de trasladarlo a un penal de Chiapas: lo sacaron del Cefereso en un helicóptero, hasta Uruapan, y luego un avión de la Sedena se lo llevó al Centro de Readaptación Social número 15, en Villa Comaltitlán, Chiapas. 

Los servicios de inteligencia habían detectado algo más. Que el Z-40 había acordado brindar su apoyo al grupo criminal conocido como Cárteles Unidos –por medio de dinero, vehículos, gente y armas–, en la lucha a muerte que, por razones de control de territorio, sostiene desde hace meses contra el Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG, que comanda Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho. 

A cambio de ese apoyo, de acuerdo con fuentes que estuvieron al tanto de esas comunicaciones, Cárteles Unidos tendría que organizar un operativo de rescate del Z-40: una fuga como las que protagonizó Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. 

Cárteles Unidos es el nombre de un frente criminal que agrupa células emanadas de Los Caballeros Templarios, La Familia Michoacana, Los Viagras, los Zetas, el Cártel de Sinaloa y el Cártel del Golfo. 

Dentro de esta organización, según reportes federales de inteligencia consultados por el columnista, operan también varios de los llamados grupos de autodefensa, que lideran personajes como Juan José Farías, El Abuelo, y también Hipólito Mora. 

Aunque desde el año 2013 estas organizaciones comunitarias se presentan como grupos de resistencia ante la violencia y los abusos desatados por el crimen organizado, existen sobradas pruebas de que han sido infiltradas por el narco. El Cártel Jalisco financió a varias de estas en la lucha que hace años habían emprendido contra los Templarios. 

De hecho, uno de los fundadores de dichas autodefensas, El Abuelo Farías, operó el corredor de Tepalcatepec para el Cártel Jalisco Nueva Generación (tráfico de cocaína y crystal), hasta que líos de dinero y, según reportes, el intento de asesinato del narcotraficante Miguel Ángel Gallegos Godoy, conocido como Migueladas, provocó la ruptura que desató la nueva fase de violencia que hoy vive Michoacán. 

La guerra se centró sobre todo en el control simbólico de Aguililla, de donde El Mencho es oriundo, y en cuyos alrededores se han verificado desde el año pasado incursiones diarias de uno u otro grupo. 

Esa guerra sorda ha destrozado la vida económica de la región, mientras Ejército y Guardia Nacional voltean a mirar hacia otro lado. La vida diaria de la gente gira alrededor del abandono y el miedo. 

Apenas en junio pasado, un hombre que afirmó ser El Mencho se dirigió en un video al pueblo de Tepalcatepec: 

“Soy ‘Mencho’, les quiero aclarar que mi guerra es contra ‘El Abuelo’ (…) y contra la gente que levante un arma en contra de mi gente. Le pido a toda la gente inocente que no salgan de sus casas, no queremos afectarlos…”. 

Distintos medios han cubierto los pormenores del incendio que devora a la gente de Michoacán. Andan de puntitas entre los grupos criminales, los gatilleros disfrazados de autodefensas y los verdaderos grupos –no sé si llamarlos “comunitarios”, dado que muchos de estos también han sido infiltrados– que intentan resistir y combatir la violencia criminal en un momento en que el gobierno mexicano llama “señores” a los criminales y mira con indiferencia el infierno en que se han sumergido las vidas de los ciudadanos. 

El lunes pasado, todo esto desembocó en un hecho escandalosamente inaudito. Un hombre que dijo ser El Mencho, rodeado de sicarios armados hasta los dientes, subió a redes sociales un video en el que, con violencia escalofriante, amenazó de muerte a la periodista Azucena Uresti –por la cobertura que su noticiero ha realizado en Michoacán. 

La permisividad gubernamental ha llevado a que los grupos de la delincuencia controlen territorios enteros y osen realizar acciones que hubieran parecido impensables. Que yo recuerde, una amenaza de esta naturaleza no se había lanzado jamás. 

Si El Mencho es el autor, estamos en el peor de los mundos. Si El Mencho no es el autor (como parecen creer las autoridades), pues resulta que es malo también. En todo caso, la violencia ha escalado a un nuevo nivel. 

Así que no basta una condena en la “mañanera”: antes de que crezca, hay que parar y disolver este coctel de fuego.