Magaly Sánchez: la terrible historia de una vida de abusos hasta convertirse en sicaria de Los Zetas
Saskia Niño de Rivera ha visitado constantemente el Centro de Reinserción Social Femenil en el estado de Nuevo León, sitio en donde se encuentra recluida Magaly Sánchez, una joven que a su corta edad ha atravesado diversas circunstancias lamentables y que actualmente cumple una sentencia de 45 años de prisión. Fue a través de su cuenta de Instagram que la activista compartió fragmentos de la entrevista que le realizo a la mujer que, en su momento, llegó a ser sicaria para la organización criminal de Los Zetas.
Hablar de la historia de Magaly Sánchez implicó para Saskia Niño de Rivera adentrarse en el pasado la mujer ahora privada de su libertad. Desde un inicio, la joven se enfrentó al rechazo de su padre quien, en su afán de querer un hijo varón, reprochó a la madre de Magaly el nacimiento de su hija.
Gran parte de su infancia Magaly la vivió en Sarasota, Florida en Estados Unidos; la familia tuvo que huir después de que su padre cometiera un ilícito en Monterrey y buscara esconderse en el país norteamericano. Aunque por la nacionalidad de sus padres aprendió a hablar perfectamente español, hasta la fecha no recuerda mucho de esa etapa de su vida más que episodios negativos que la marcaron e impactaron directamente en el resto de su vida.
El padre de la joven era alcohólico y drogadicto, se dedicaba a las peleas de perros y a la venta de drogas. Su madre, por su parte, en el afán de mantener a su esposo descuidaba a sus tres hijos y los dejaba a cargo de un tío, hombre que ejerció violencia sexual en contra de Magaly cuando ella apenas tenía cuatro años de edad.
Por temor a sufrir más rechazo Magaly nunca habló; la mujer recordó que un día se atrevió a decirle a la directora de su escuela que su padre la golpeó, motivo por el cual tanto ella como su hermano llegaron a un albergue de infantes del gobierno estadounidense. Meses después sus padres lograron recuperarlos, pero las circunstancias seguían siendo las mismas pues con las adicciones de su padre y la indiferencia de su madre, la joven nunca logró tener una estabilidad emocional durante su niñez.
Magaly Sánchez quedó embarazada por primera vez a sus escasos 11 años, ¿el padre? un narcomenudista de más de 30 años al que su padre le debía una gran cantidad de dinero. Los ojos de la joven mujer se cristalizan a recordar aquel traumático primer encuentro en donde el sujeto le aseguró que su propio papá se la había regalado para saldar su deuda, no obstante, los abusos se convirtieron en situaciones frecuentes hasta que un día los síntomas del embarazo comenzaron a aparecer.
Hablar de la historia de Magaly Sánchez implicó para Saskia Niño de Rivera adentrarse en el pasado la mujer ahora privada de su libertad. Desde un inicio, la joven se enfrentó al rechazo de su padre quien, en su afán de querer un hijo varón, reprochó a la madre de Magaly el nacimiento de su hija.
Gran parte de su infancia Magaly la vivió en Sarasota, Florida en Estados Unidos; la familia tuvo que huir después de que su padre cometiera un ilícito en Monterrey y buscara esconderse en el país norteamericano. Aunque por la nacionalidad de sus padres aprendió a hablar perfectamente español, hasta la fecha no recuerda mucho de esa etapa de su vida más que episodios negativos que la marcaron e impactaron directamente en el resto de su vida.
El padre de la joven era alcohólico y drogadicto, se dedicaba a las peleas de perros y a la venta de drogas. Su madre, por su parte, en el afán de mantener a su esposo descuidaba a sus tres hijos y los dejaba a cargo de un tío, hombre que ejerció violencia sexual en contra de Magaly cuando ella apenas tenía cuatro años de edad.
Por temor a sufrir más rechazo Magaly nunca habló; la mujer recordó que un día se atrevió a decirle a la directora de su escuela que su padre la golpeó, motivo por el cual tanto ella como su hermano llegaron a un albergue de infantes del gobierno estadounidense. Meses después sus padres lograron recuperarlos, pero las circunstancias seguían siendo las mismas pues con las adicciones de su padre y la indiferencia de su madre, la joven nunca logró tener una estabilidad emocional durante su niñez.
Magaly Sánchez quedó embarazada por primera vez a sus escasos 11 años, ¿el padre? un narcomenudista de más de 30 años al que su padre le debía una gran cantidad de dinero. Los ojos de la joven mujer se cristalizan a recordar aquel traumático primer encuentro en donde el sujeto le aseguró que su propio papá se la había regalado para saldar su deuda, no obstante, los abusos se convirtieron en situaciones frecuentes hasta que un día los síntomas del embarazo comenzaron a aparecer.
Hablar de la historia de Magaly Sánchez implicó para Saskia Niño de Rivera adentrarse en el pasado la mujer ahora privada de su libertad. Desde un inicio, la joven se enfrentó al rechazo de su padre quien, en su afán de querer un hijo varón, reprochó a la madre de Magaly el nacimiento de su hija.
Gran parte de su infancia Magaly la vivió en Sarasota, Florida en Estados Unidos; la familia tuvo que huir después de que su padre cometiera un ilícito en Monterrey y buscara esconderse en el país norteamericano. Aunque por la nacionalidad de sus padres aprendió a hablar perfectamente español, hasta la fecha no recuerda mucho de esa etapa de su vida más que episodios negativos que la marcaron e impactaron directamente en el resto de su vida.
El padre de la joven era alcohólico y drogadicto, se dedicaba a las peleas de perros y a la venta de drogas. Su madre, por su parte, en el afán de mantener a su esposo descuidaba a sus tres hijos y los dejaba a cargo de un tío, hombre que ejerció violencia sexual en contra de Magaly cuando ella apenas tenía cuatro años de edad.
Por temor a sufrir más rechazo Magaly nunca habló; la mujer recordó que un día se atrevió a decirle a la directora de su escuela que su padre la golpeó, motivo por el cual tanto ella como su hermano llegaron a un albergue de infantes del gobierno estadounidense. Meses después sus padres lograron recuperarlos, pero las circunstancias seguían siendo las mismas pues con las adicciones de su padre y la indiferencia de su madre, la joven nunca logró tener una estabilidad emocional durante su niñez.
Magaly Sánchez quedó embarazada por primera vez a sus escasos 11 años, ¿el padre? un narcomenudista de más de 30 años al que su padre le debía una gran cantidad de dinero. Los ojos de la joven mujer se cristalizan a recordar aquel traumático primer encuentro en donde el sujeto le aseguró que su propio papá se la había regalado para saldar su deuda, no obstante, los abusos se convirtieron en situaciones frecuentes hasta que un día los síntomas del embarazo comenzaron a aparecer.
Tras la muerte de su hija y la indiferencia de las autoridades, Magaly Sánchez buscó los medios para hacer justicia con su propia mano, hasta que llegó la oportunidad perfecta.
Una tarde Magaly salió a una tienda cercana a comprar frituras cuando a lo lejos vio al hombre que le arrebató la vida a su bebé. Casi sin pensarlo, la joven tomo un picahielo -que la dueña del establecimiento utilizaba para mantener frías las bebidas que vendía- y se abalanzó sobre el sujeto causándole múltiples heridas que le provocaron la muerte.
Para su sorpresa, dicho hombre formaba parte de la célula delictiva de Los Zetas, quienes tras la muerte del sicario, rastrearon a Magaly Sánchez y la secuestraron para interrogarla y saber para quien trabajaba. Amarrada de pies y manos a un árbol, los altos mandos del grupo criminal amenazaron a la joven mujer quien, con su carácter ya forjado, les dijo que la mataran y les contó por qué había asesinado al sujeto por la que la perseguían.
Al escuchar su historia, uno de los líderes de Los Zetas convocó a una reunión de todos los hombres que tenía a su mando en la región; uno por uno desfilaron frente a Magaly y cuando por fin aparecieron quienes aquella noche la golperon, abusaron y mataron a su hija, el mismo alto mando de la célula delictiva los ultimó con un balazo en la cabeza.
Fue así como en pláticas con el líder de Los Zetas le ofrecieron a Magaly protección y respaldo dentro del grupo criminal, algo que a lo largo de su vida la joven nunca había tenido. Acogida por los sicarios, la mujer comenzó a participar en actividades de la célula delictiva como sicaria y secuestradora.
Autoridades del estado de Nuevo León aprehendieron a Magaly Sánchez durante un operativo que realizaron en una de las casas de seguridad de Los Zetas, misma en donde tenían secuestrado a un joven a quien pretendían sacarle información necesaria para la organización criminal.
La carrera delictiva de Magaly culminó ahí y ahora enfrenta una sentencia de 45 años en prisión por los delitos que cometió que, aunque no son justificables, su historia revela las lagunas sociales de un Estado fallido que ha dejado de lado las necesidades de los niños, niñas, adolescentes y comunidades vulnerables.